lunes, 25 de julio de 2011

RATAS



Como siempre el bus me dejó en un terreno baldío, aquella tarde aún no habían llegado por mí así que pasé varios minutos solo, en medio de la grama seca.  Era verano, yo llevaba shorts. Al fondo del terreno que daba a una especie de barranco se estacionaba un tractor, con mi amigo solíamos encaramarnos por las enormes llantas hasta los asientos principales para hablar mejor sobre artes marciales y ese tipo de mierdas. Pero esa tarde estaba solo, de todas formas caminé hacia el tractor bajo un sol  de esos chintos. Ví una rata, rígida, volteada, hinchada  y cubierta de aceite brillaba como una bola de billar, había muerto luciendo tremendamente bien en términos ratenses diríamos, como un obeso y recién-aceitado edil romano que cayera intoxicado luego de un manjar entre grutas de mármol y baños relajantes. 


Vi otra rata, parecía menos elegante, más descompuesta, quemada, tostada, con el rostro menos lleno de soberbia disposición a la honrada muerte.  La que le seguía estaba aún peor, la meneaba el viento susurrándole y aparentemente seduciéndola mañosamente  atravezándose por su cintura como diciéndole "Vonós a la mierda que ya expiraste mija", pero un negro aceite la mantenía bien pegada al suelo. Las demás apenas eran malos esbozos, bocetos conceptuales de ratas envueltas en cocteles de aceite de motor, diesel, pánico y tribulación. 


Seguí el rastro de ratas en un trayecto que más me pareció un continuum temporal que espacial, como si avanzara por estadíos secuenciales en el devenir de aquella rata gorda y gloriosa del principio hasta presenciar su patético final como una cochinada negra y viscosa como moco de tinta china.  Armé las piezas en mi cabeza, recreé la escena como si fuera un puto detective bien maquillado de serie gringa. El rastro me llevó al motor del tractor, el núcleo de la combustión que deriva en movimiento y en este particular caso en un evento accidentalmente genocida. 


No me atreví a ver detrás de las enormes llantas, me bastó con imaginar el nido, la potencial y finalmente real fosa común entre la que aquellas criaturas ilusas decidieron formar su comunidad. Las vi gritar, tratar de huir amontonándose estúpidamente luego de la explosión, ví a las más ábiles abrirse paso en angustia, abandonando ahora sí que "como ratas" aquel vientre infernal metálico solo para morir a la luz del sol. 


Ninguna pudo llegar hasta la carretera.