Medio abrí los ojos y estaba allí... la maldita ave con ojos de fuego, solo mirándome, esperando a que el oxígeno necesario volviera a mi cerebro para transmitirme su mensaje ¿Hablar? hablar, así de hablar no habla, no es un muppet o una caricatura de sábado en la mañana por el tres. No, no... eso no es ningún amigo imaginario, solo un mensajero, frío e incorruptible, es ajeno al bien o al mal, a la fortuna o a la desgracia, a la riqueza o a la miseria. Con la misma excitación con que anuncian tu número en un banco el Pixcoy te puede avisar que una terrible peste se encamina a tu aldea, peste de las jodidas... con esa misma excitación, o sea ninguna, se asoma para avisarte que la peste se va y en cambio tendrás siembras majestuosas, de esas como para que te volvás billetudo.
¿De dónde vienen los mensajes? puta, de algún lugar con un orden distinto de las cosas, otra estructura digamos, digamos que de otra dimensión pero que según los sabios brujos está aquí mismo, siempre presente... me cago cuando oigo todo eso.
Como yo lo entiendo es como cuando uno ve un par de tortillas pero nadie te ha dicho que llevan algo más en medio, uno solo ve las tortillas, uno está convencido que todo es solo tortilla, el Pixcoy y esos que lo envían son el aguacate oculto, impregnándolo todo a nuestro alrededor sin nosotros darnos cuenta.
¿Qué cómo no nos damos cuenta? porque la mayoría nunca destapamos las tortillas, mucho menos las mordemos, porque hacemos como si el aguacate no está allí porque nos resulta demasiado, nos parece indigerible... como si le dieras Campero a un guiro desnutrido, así igual si nos hartamos las tortillas así nomás vomitaríamos a la dimensión absurda, como yo le llamo.
Así que si no estoy equivocado, todos los que ves, incluso la gente fina que habla bonito... todos con la excepción de los sabios brujos hemos optado por ignorar al aguacate... por el bien de mantenernos sanos y cuerdos.